In questo articolo si parla di:
· Los reciben a balazos pero resisten
· Nace un nuevo poblado
· El reconocimiento de su territorio y de su policía comunitaria, entre sus
demandas
Xayakalan, Santa María Ostula. Aquí nace un nuevo poblado. Frente a la costa del
Pacífico en Michoacán y de espaldas a la Sierra Madre del Sur, territorio ancestral
nahua, en una semana cientos de indígenas construyeron con adobe y ladrillos las
nuevas casas que serán habitadas por los verdaderos dueños de este paraje de más de 700 hectáreas, antes conocido como La Canahuancera y a partir de ahora nombrado
Xayakalan.
El pasado 29 de junio los nahuas recuperaron este predio que durante 40 años estuvo
invadido por supuestos pequeños propietarios provenientes de la comunidad de La
Placita. Los indígenas que participaron en la restitución de sus tierras narran que,
advertidos de la decisión de los comuneros, “los invasores de La Placita nos
recibieron a balazos, hiriendo a quemarropa a uno de nuestros compañeros”.
Posteriormente la recientemente formalizada Policía Comunitaria de Ostula repelió el
ataque y consiguió que los comuneros llegaran al predio en disputa. De inmediato se
instaló un campamento y aproximadamente 500 guardias comunitarias comenzaron la
vigilancia de todos los alrededores, previniendo nuevas provocaciones.
Las tierras recuperadas no son cualquier cosa. Son cientos de hectáreas disputadas
durante años por narcotraficantes, inversionistas inmobiliarios, los supuestos
pequeños propietarios y empresas mineras. Sólo que pertenecen a los nahuas.
En alerta y construcción permanente
En el nuevo poblado las actividades no cesan. Mujeres y hombres se mueven de un
lugar a otro. Las primeras echando tortillas en los humeantes comales y cocinando
grandes ollas de caldo de pescado, arroz y frijoles. Los hombres trabajan en
brigadas en la construcción de las casas. De manera sorprendente van apareciendo las
viviendas donde hasta hace una semana no había nada, salvo los tamarindales y
sembradíos de papaya de “los invasores”. En sólo cinco días se levantaron más de 20
casitas.
Los nahuas hablan del rescate de sus tierras con un gran orgullo, dejando claro que
su movimiento es “civil y pacífico”. Como dice Rufino: “Nosotros no queremos
violencia. No es la intención. Sólo estamos defendiendo nuestras tierras. Las
queremos trabajar y pues de aquí ya no salimos”.
El campamento donde pernoctan cientos de nahuas que resguardan el terreno está
conformado por techos de plástico, rústicas hamacas y un sinfín de camas
improvisadas con hojas de palma al ras del suelo. Todo de cara al mar.
Los más de 500 miembros de la nueva policía comunitaria vigilan los alrededores y
todas las entradas al nuevo poblado. Van y vienen cargando sus machetes, garrotes,
escopetas y pistolas. Toda la zona se mantiene en alerta y únicamente transitan por
la carretera principal (la federal 200 que va de Lázaro Cárdenas a Tecomán),
camionetas con gente de los pueblos. Las pick up viajan repletas de diversos
cargamentos: mujeres con cazuelas con comida para los puestos de control, hombres
con materiales de construcción: cemento, varillas y arena, además de tambos de
gasolina y todo lo que se va requiriendo. “Estamos viviendo algo que nunca nos
imaginamos que era posible. Ya estamos aquí”, dice Rosa con un entusiasmo
desbordado. Ella llegó aquí desde el poblado de La Cofradía con su canasta de tacos
de frijoles.
En el centro del campamento ondea la bandera nacional y un altar repleto de
veladoras ofrecido a la Virgen de Guadalupe. Aquí se hacen las asambleas y se
“ofrece la palabra de Dios” que, señala el responsable, “nos dice que los indígenas
no debemos de dejarnos, que no son buenas las injusticias y que nuestra lucha es
verdadera. Nuestra Patrona nos cuida porque no estamos haciendo daño a nadie, ni
robando ni lastimando. Sólo queremos nuestra tierra”.
Hace unos días llegó al campamento la Virgen Peregrina, la trajeron desde la
cabecera de Ostula porque para nosotros, dice el Fiscal de la iglesia, “eso
significa que estamos reconociendo la tierra para que haya paz, no para que haya
enfrentamientos. Por eso llevamos a la Virgen, para que nos proteja de todos los
peligros”.
Sacar a La Peregrina, explican, fue un acto simbólico muy importante. Hubiera sido
impensable moverla si esta movilización no contara con el apoyo de los 2 mil
comuneros de Santa María Ostula. Por eso su llegada al campamento fue una fiesta que
conjugó la religión con las danzas y la música nahua.
Años de espera hasta que llegó el día
Las más de 700 hectáreas recuperadas (se habla de cerca de mil, pero no se tiene el
número exacto) forman parte de las 28 mil hectáreas de tierras comunales que
pertenecen a la comunidad indígena de Ostula. Los nahuas explican que la comunidad
“fue reconocida en su personalidad y en sus propiedades ancestrales a través de la
resolución presidencial sobre confirmación y titulación de bienes comunales de fecha
27 de abril de 1964”. Posteriormente se dieron una serie de irregularidades en la
ejecución de la resolución y paulatinamente un grupo de supuestos pequeños
propietarios mestizos de la comunidad vecina de La Placita empezó a invadir el
lugar. Rufino cuenta que “en mayo de 1997 recomenzaron la lucha legal por la
restitución y empezaron una primera negociación con los invasores. Se vinieron
propuestas que no convenían y luego como que se ignoró un tiempo el problema. Los
mestizos siguieron sembrando su tamarindo y hasta decían
“qué bueno que los indios nos vinieron a hacer el desmonte”.
“En junio de 2003 la comunidad se organiza nuevamente, limpia el terreno y en
septiembre de ese año se empiezan a construir pequeñas casitas, como unas 20. Se
viene otra negociación y el gobierno advierte que mientras no haya una resolución va
a resguardar la zona y que ninguna de las partes podría entrar. La comunidad muy
creída se sale el 10 de septiembre, cumpliendo los acuerdos, pero luego resulta que
los pequeños propietarios siguieron trabajando. Eso indigna. Y luego todavía nos
demandan ante el Tribunal Unitario Agrario con sede en Colima. Más burla”.
Rufino relata que en abril de 2008 “la comunidad se volvió e reunir y se tomó la
decisión de tomar la tierra y construir nuevas casas (las otras que habíamos
levantado las destruyeron). Y luego ya se toma el acuerdo que para junio de este
año haríamos la acción. Lo hicimos y tomamos la tierra. Éramos como 300 comuneros
los que logramos entrar al terreno el día 29. Nos recibieron a balazos, hirieron a
un compañero y nuestra policía hizo la autodefensa. El martes 30 nos reorganizamos y
entramos todos los que faltaban. Éramos como 2 mil. Ya en el terreno nos dimos más
valor. Ya no nos saca nadie”
Los comuneros coinciden en que su movimiento es “legal, pacífico, civil y
constitucional” y, advierte Manuel, “se planeó para hacer respetar nuestros derechos
y nuestra autonomía. Los policías comunitarios están para resguardar nuestra
seguridad, para cuidarnos, pero no para tratar mal a nadie”. Rufino coincide: “las
leyes nos respaldan. El artículo segundo constitucional dice que tenemos derecho a
ejercer nuestra autonomía y nuestras costumbres. La policía comunitaria es algo que
de por si existe en los pueblos desde siempre. Aunque ahora ya más formal”. También,
continúa, “sabemos que hay otros instrumentos internacionales que respaldan nuestra
autonomía y por eso pues nosotros nada más lo hacemos”.
Juntos por vez primera
Ostula es una de las tres comunidades nahuas del litoral del Pacífico michoacano.
Las otras dos son Pómaro y Coire. Juntas poseen más de 200 mil hectáreas de
territorio ancestral que contempla la mayor parte del litoral michoacano y los
montes de la Sierra Madre del Sur hasta Guerrero y Oaxaca. Esta es la primera
movilización en la que participan las tres comunidades juntas como pueblo nahua, más
allá de las diferencias que han tenido anteriormente.
En Ostula hay 22 encargaturas del orden o anexos (contando el nuevo poblado) más la
cabecera comunal, en un territorio en el que convergen diferentes corrientes
políticas. Aquí hay gente del PRI, PAN, PRD, PT y gente sin partido. También por
primera vez participan unidos en una acción que, explica Teódulo, “dejó chiquitos a
los partidos y grandes a los comuneros”.
Francisco es (o era) perredista. Su futuro militante con el partido es incierto.
“Ahorita estoy con la comunidad y nada más. Esta acción que hicimos juntos fue
extraordinaria y pues puso a tambalearse a todos los partidos políticos de aquí. Los
mandamos muy lejos en medio del mero proceso electoral. Se quedaron muy chiquitos y
pues no pudieron hacer nada”.
Durante todos estos días las comunidades nahuas de Pómaro y Coire han respaldado la
recuperación de las tierras, no sólo durante la acción del 29 de junio, también en
el mantenimiento del campamento y en la vigilancia de la policía comunitaria, que
pertenece a las tres comunidades nahuas. “Se trata –explica Francisco- de toda una
movilización indígena, no sólo del problema de unas tierras. Aquí se está jugando
mucho y por eso estamos respondiendo como pueblo nahua y no sólo como comunidad”.
El paso que sigue, explica, “es fortalecer nuestra autonomía y un día, no sabemos
cuándo, podernos conformar estas tres comunidades como municipio autónomo”.
Las tradiciones, usos y costumbres del pueblo nahua en esta zona están llenas de
celebraciones en las que la música, la danza, la vestimenta y los cantos ancestrales
cobran vida en una cultura en resistencia. La lengua se ha ido perdiendo en el
litoral, pero planean reforzarla en las escuelas y las familias.
La geografía de Ostula es muy diversa. Los nahuas son originarios de la sierra,
aunque su territorio comprende más del 80 por ciento del litoral del Pacífico
michoacano. Poco a poco han ido bajando a la costa y poblando el territorio que
tenían deshabitado.
Desde junio deberían haber empezado la siembra de maíz, pero los comuneros no han
podido trabajar en el campo. La movilización ocupa todo su tiempo. En un recorrido
por la sierra se vislumbran los pueblos semivacíos, pues la gran mayoría está en el
nuevo poblado, cuidando los caminos, llevando alimentos o en alguna otra comisión.
Se observa también el cierre con piedras de los accesos a las rancherías y a los
poblados. Todos están en alerta y en estos momentos nadie puede moverse por su
propia cuenta. Se cuidan unos a otros. Las escuelas permanecen cerradas, al igual
que algunos comercios y ya empieza a sentirse el desabasto.
En la cabecera comunal dos señores de edad avanzada platican sobre sus fiestas
tradicionales. La de la Virgen de Guadalupe es la celebración más grande, pero están
también la de San Juan, la de Corpus, la Semana Santa, la de la Candelaria, la
Asunción y un sinfín de festividades que conjugan los ritos católicos con las danzas
y música prehispánica. Ahora, explican, se podrán fortalecer más las tradiciones en
las tierras recuperadas. La vestimenta de palma, los plumajes de gallo, los espejos,
coronas de flores y sonajas se escucharán en Xayakalan.
La autodefensa, un derecho de la autonomía indígena
Una de las principales reivindicaciones del movimiento, aparte del reconocimiento de
la totalidad de su territorio ancestral, es el reconocimiento de la Policía
Comunitaria.
El 13 y 14 de junio pasados, precisamente en esta comunidad se reunió el Congreso
Nacional Indígena (CNI) y emitió un manifiesto sobre el derecho a la autodefensa de
los pueblos indígenas: “Nuestros pueblos tienen, en el marco de sus derechos a las
libre determinación y autonomía, el derecho de organizar su autodefensa del modo que
consideren conveniente en tanto no atente contra el respeto a los derechos humanos,
por lo que la creación, en el marco de nuestra cultura y organización tradicional,
de policías comunitarias, guardias comunales u otras formas organizativas comunales
para la autodefensa indígena, son legales, legítimas y, sobre todo, necesarias
frente a la profunda corrupción y descomposición de as instancias encargadas de
impartir justicia”.
El Trompas es el encargado del orden del nuevo poblado. Va de un lado a otro
trasladando a los guardias comunitarios que vigilan la seguridad de Xayakalan, de
las otras 22 comunidades involucradas y de todos los accesos vehiculares y
peatonales. Tienen en estos momentos el control total de carreteras, caminos y
parajes.
“Los supuestos pequeños propietarios sabían que estas tierras tenían dueño.
Empezaron a agarrar hectáreas y hasta a venderlas. Nosotros aguantamos pero
sabíamos que un día las recuperaríamos. La gente aquí es pacífica, no mata, pero
ellos sí traían sus armas largas y ya nos habían matado gente. Entonces de a poquito
nos fuimos poniendo de acuerdo hasta el momento de entrar en acción y formalizar
nuestra Policía Comunitaria”.
De edad madura y hablar pausado, El Trompas reitera que “aquí no queremos
agresiones. No venimos por su tamarindo ni por su palma de coco. Venimos por
nuestras tierras. No queremos agresiones, pero si ellos tiran pues nosotros nomás
nos defendemos. ¿Quién no tiene derecho a eso? Nosotros no estamos actuando en lo
individual. Somos comuneros y todos estamos unidos. Por eso ahorita hay más de 500
policías activos”.
La Policía Comunitaria, afirma, “ya no la soltamos. LLegó para quedarse. No somos
bandidos. Sólo estamos en nuestro derecho de cuidar nuestra comunidad nahua porque
puede venir un acto represivo del gobierno o de los supuestos pequeños propietarios.
Pero ya no. Ya no. La policía comunitaria es parte de nuestra autonomía a la que
tenemos derecho como pueblo nahua y se nos tiene que reconocer. Y si no, pues igual
lo hacemos”.
En los puestos de control de los accesos al poblado no para la actividad. Aún no hay
libre circulación vehicular y en los retenes se explica la situación y se reparten
volantes. El Trompas va en su camioneta trasladando guardias, mantas, comida y todo
lo que se va requiriendo. Sobre el uso de las armas explica que “la defensa puede
ser hasta con piedras y palos, y si tenemos otras armas pues con lo que haya. Todo
esto es vía legal, pacífico pues. Ya antes lo intentamos todo y pues ahora es con la
presión de los pueblos y con la fuerza de nuestra policía”.
En la movilización del 29 de junio los guardias comunitarios detuvieron a tres de
los agresores que les tendieron una emboscada: Trinidad Gómez Barajas, Ramón Gómez
Barajas y Felipe Martínez de Miguel. “Estos sujetos fueron moralmente condenados por
nuestra comunidad y entregados al gobierno del Estado en calidad de detenidos,
aclarando que en todo momento fueron tratados con justicia y respetando sus derechos
humanos”. El encargado de Tenencia les tomó su declaración antes de ser entregados
al Ministerio Público que se presentó en uno de los accesos a la comunidad. Una
valla de policías comunitarios acompañó la puesta a disposición de los tres
inculpados, quienes de inmediato fueron esposados por la policía estatal,
legitimando en los hechos la acción.
En la coyuntura actual, y siempre que el territorio esté bajo amenaza , la policía
comunitaria ejerce el rol de guardia comunal, es decir, no sólo salvaguarda la
seguridad de la comunidad de la delincuencia interna y externa, sino que tiene la
misión histórica de defender el territorio nahua. Es la puesta en práctica del
derecho a la autodefensa de los pueblos, naciones y tribus indígenas.
Acompañamiento y solidaridad indígena
Durante la primera semana de la recuperación la comunidad nahua de Ostula ha
recibido manifestaciones de apoyo de diversas organizaciones indígenas del país.
Hasta el nuevo poblado han llegado representantes purhépechas, yaquis y wikarikas y
se espera el arribo de pueblos, naciones y tribus de otras partes de México, quienes
conformarán un campamento de observación permanente dentro de Xayakalan.
Las autoridades de Ostula y una guardia de la policía comunitaria recibieron a los
yaquis y wikarikas en el camino de la Mina La Providencia. Después de un mensaje de
bienvenida protocolario los trasladaron al campamento y ahí se reunieron con el
resto de los comuneros. Los representantes indígenas leyeron mensajes de solidaridad
de sus pueblos, señalando que el acompañamiento forma parte de los compromisos
contraídos en Vícam, Sonora, con el Congreso Nacional Indígena (CNI).
La llegada de otros pueblos indios animó al campamento. “Nunca lo pensamos que
llegaríamos hasta aquí”, señalan Marta y Rosa, dos de las encargadas de la cocina
comunitaria que en la penumbra no dejan de observar a sus nuevos acompañantes.
Fotografías de La Otra Zona Colima – Jalisco
Para leer los comunicados de la Comisión por la Defensa de los Bienes Comunales de la comunidad indígena de Santa María Ostula:
http://enlacezapatista.ezln.org.mx/varios/2066
Cuenta bancaria para solidarizarse con la lucha de los comuneros de Ostula:
Cuenta Perfiles Banamex
Víctor Selestino Grageda
Cuenta: 7989603
Clave: 002497044779896031
Contacto oficial: ostula@hotmail.com